jueves, 28 de agosto de 2014


El GIBBER ITALICUS
Giuseppe Vaccari.

        Por casualidad me he encontrado con este antiguo libro que vi en las pajarerías en la década de los años 70 y comienzos de los 80 (no viene el año de edición). En aquel momento no le presté atención pues sobre todo me interesaban los canarios Roller.
        Hay cosas que me parecen interesantes y curiosas, además de su valor histórico y documental. En determinadas páginas hay fantasías y datos inventados. Por desgracia esto ha sido frecuente en las publicaciones, y en muchas ocasiones se ha originado bastante confusión entre los criadores y aficionados, y lo que es peor, estas fantasías y datos inventados se han propagado por muchos lugares y entre muchos aficionados.   

        Gibber Italicus es el nombre que la Federación Ornitológica Italiana ha dado a una raza de canarios seleccionada en Italia por criadores apasionados de lo bello, y de lo bello y difícil de obtenerse. Se escogió este nombre después de una larga discusión entre diversas tendencias, cada una de las cuales proponía un nombre diferente.
        ¿Cómo han hecho nuestros criadores para obtener una raza casi perfecta?
        Han utilizado mucha paciencia y meticulosidad.
        Sería lógico pensar que primero crearon un modelo de perfección para llegar a una meta prefijada, pero este modelo de perfección nadie lo ideó ni nadie lo publicó.
        Increíble pero verdad, este modelo se trasmitió de boca en boca entre los criadores, ayudados por los jueces de entonces. Era necesario reducir la talla de los ejemplares, reducir el fino plumaje y reducirlo al mínimo posible, corregir los tarsos para mejorar su rigidez e impedir que la rodilla se doblase.
        ¿Con qué material comenzaron los italianos para conseguir esta meta?
        Los canarios que nosotros teníamos y que llamábamos belgas no provenían de Bélgica, sino de España.
        Algunos criadores napolitanos, pagando bastantes liras, sacaron de ese país los mejores ejemplares, y con el tiempo constituyeron un verdadero y propio patrimonio canarícola.
        Si no hubieran llegado los Sajones (canarios de color) los Gibber habrían sido los canarios nacionales por excelencia, en cuanto que eran solicitados por todos los italianos.
        Recuerdo que en la ciudad de Módena había admiración por el canario que hoy llamamos Gibber.
        Me gusta recordar un suceso ocurrido en 1937 y del que fui protagonista. Me habían dicho que en Nápoles había unos canarios Bossu excepcionales y me dirigí hacia allí con la intención de adquirir algunos ejemplares valiosos.
        Me acompañó un amigo, actualmente criador del Gibber, y entusiasta del proyecto.
        En Nápoles visitamos en primer lugar el criadero Cerlino que se consideraba como el que tenía los ejemplares más próximos al estándar.
        El Cerlino nos acogió con mucha cordialidad y rápido salimos donde tenía el criadero.
        No vimos más de veinte ejemplares, pero todos ellos de una finura y de una perfección inconmensurable.
        Si debo exponer mi opinión no me atrevo a decir que aquellos Bossus provenían de España. Todos eran muy voluminosos en relación a un Gibber. Pudimos observar que los canarios, agrupados de seis en seis, adoptaban una posición perfecta que hacía pensar en algo mágico.
        Patas rígidas, plumaje no muy reducido, (pero que para aquel tiempo estaba bien), talla superior a la del actual Gibber, cuello larguísimo que acababa en una cabeza pequeñísima.
        Vistas estas maravillas y después de una larga conversación, el Cerlino nos cedió una hembra. A continuación iniciamos la visita a  otros criaderos.
        Fuimos al criadero Casati donde había siete habitaciones de cría dedicadas al Bossu. Su calidad era inferior al del criadero Cerlino, pero en este criadero nos vendieron una pareja. Con tres canarios volvimos a Módena.
        Nuestra llegada fue todo un éxito, aunque no traíamos la esencia (lo mejor) de lo que habíamos visto.
        He querido recordar este suceso para poner en evidencia la gran pasión que ya existía hace tantos años por nuestro canario.
        El término Gibber fue puesto después de cambios de opinión entre diversos sectores de la canaricultura italiano. Un grupo de apasionados criadores proponía el nombre de SEPTEM ITALICUS: En otras palabras: canario en forma de 7 creado en Italia.   Sostenían que esta denominación era la adecuada puesto que el canario no tenía ninguna gibosidad, y que sí adoptaba la forma de 7.
        El nombre de Gibber posiblemente fue dado como homenaje a la raza originaria a partir de la cual se habían originado otras razas.
        Existen canarios que provienen del Japón y que se llaman “Belgian Fancy”, es decir, como el pequeño canario belga.

  Yo veo en España los primeros Bossus Belgas japoneses en 1970, que en realidad eran Hossos Japoneses y que así los llamaban.
        También en Japón se ha trabajado sobre el Bossu Belga, pero no modificando mucho la raza, pues solo se ha disminuido. ¿Cómo si no se supiese que los japoneses disminuyen todo? ¡Aunque aquí también hemos sido capaces!
        A diferencia de nuestro canario esta raza japonesa si que es jorobada y pequeñísima.
        Hace treinta años se criaba en Italia el Bossu Belga, un canario con muchas características que luego encontramos en el Gibber, como la rigidez de las patas, el plumaje bien delineado en partes concretas: flancos, espalda y pecho, pero provisto de características o modificaciones conseguidas o desaparecidas por el trabajo de selección constante y riguroso, que han sabido llevar a buen fín nuestros criadores.


        Estos Bossus Belgas Italianos debían ser Rizados del Sur, a los que se reduce la talla y la escasez de plumaje  realizando emparejamientos sucesivos de intenso x intenso.
       La selección es la actuación más importante y la responsable de las modificaciones más importantes de esta raza de canarios.
        Recientemente se ha tenido noticia de la existencia de algún modesto criador del Bossu Belga, pero la mayor parte no lo conoce, o si lo conocen y crían no lo manifiestan.

 
        En 1966 el Bossu Belga estaba totalmente reconstruido en Bélgica por M. Dawans.
        España, como ya se ha dicho, fue para los canaricultores italianos, la más preciosa fuente de refuerzo del Bossu.
        Indudablemente esta raza, además de ser la preferida, en ese país tenía unas condiciones ambientales adecuadas.
        El clima y otros factores como la alimentación, la manera de cuidar  el criadero, etc. hicieron  del Bossu criado en España un ejemplar que los criadores italianos preferían a los que precedían de Lilla ¿? (quizá se refiera a la ciudad francesa de Lille).
        Este último, además de tener además de tener una mayor talla, presentaba rizos más abundantes, como los del Holandés del Sur.
        No hay duda que el clima cálido influye sobre algunos aspectos de los rizos. Se nota que algunos de nuestros criadores del Norte (de Italia)  no consigue obtener los magníficos resultados  conseguidos por los del Sur (de Italia), y particularmente la acentuación de determinadas características que son más difíciles de obtener en los criaderos del Norte mientras que no lo es para los criaderos que se encuentran en el Sur.

 
        El Gibber necesita un clima de una temperatura constante, suficiente para mantener el calor corporal de un pájaro que prácticamente está desnudo.
        ¿Cómo se va a conseguir esta temperatura en los criaderos del Gibber del norte de Italia? Solamente con calor artificial. Entonces es cuando se puede comprender la mayor dificultad que tienen los criadores septentrionales para conseguir estirpes excepcionales de esta raza de canarios.
        Pocos años de selección son suficientes a los criadores del sur de Italia para obtener, a partir de unos pájaros con una disposición del plumaje que no es perfecta por su voluminosidad y una talla excesiva, bisnietos con todas las características mejoradas en los aspectos más importantes: reducción de la talla y proporcionados en todo.
        Se podría hacer una comparación entre estos resultados y los que obtienen los criadores  de otros animales, como por ejemplo los que sirven para obtener pieles: en un clima frío la piel es más espesa, mientras que en uno cálido es menos tupida.
        Podríamos hacer otra comparación. En la Italia septentrional se crían los mejores Rizados de París, con plumaje abundante y espeso, mientras que en la meridional esta circunstancia no se da.
       Ya que las cualidades del Gibber son exactamente las contrarias – pues debe tener los rizos limitados al máximo – es evidente que una constante selección de esta característica viene indudablemente influenciada favorablemente por un clima cálido.

 
        El Gibber posee los rizos típicos de los canarios rizados, pero mucho más pequeños, debido a la  cantidad de plumaje (tanto que determinadas zonas están desnudas) y por la longitud de las plumas que componen los rizos.
        Hubo un tiempo en que el Gibber era muy apreciado por muchos criadores septentrionales, que competían en saber hacer y afición con los del sur, sin superarles todavía.
        Después esta raza vino a menos en el norte, excepto en los criaderos de dos o tres aficionados, muy apasionados por esta raza a la que dieron preferencia en sus criaderos.
        El Gibber es el primer canario italiano que ha sido reconocido por la Confederación Ornitológica Mundial. Esta raza es un modelo de perfección, de armonía y de elegancia. Es la prueba de las grandes posibilidades que el canario puede ofrecer a aquellos criadores cuya competencia es tal que se permiten provocar lentas modificaciones estructurales gracias a una constante selección y a juiciosos emparejamientos.